El sonido de unos pasos en la escalera, el de una llave.. y el pànico que inunda las entrañas de ese cuerpo de poco màs de diez años, marcado ya de invisibles cicatrices que una noche tras otra, le ha dejado la batalla.
La puerta no tiene pestillo, asì, que cumpiendo con el ritual, empuja su mesa de estudio.. los libros caen con el apresuramiento, y le asusta el estruendo.. la silla, todo lo empuja frente a ella; y corre a esconderse bajo las sàbanas, buscando una utòpica protecciòn...¿Què serà hoy...?..por mì. Seguro que es por mì..otra vez... Culpabilidad. Y otra vez, gritos, gritos y gritos...
Pero amanece. Si, siempre amanece. Y a la mañana siguiente, nadie oyò nada, eso sì: todos bajan la mirada; todos miran a otra parte.
Solo la la leve sombra de culpabilidad, que fugazmente adivina en alguna mirada, le confirma que no; no es una pesadilla lo que vive una noche si y la otra tambien.
Solo lo vi una vez; intentaba despertar a una madre màs muerta que viva, recien salido de su escondrijo, cuando el monstruo ya se habìa marchado. Fuè hace tiempo, a travès de la ventana negra del salòn de mi casa, pero siempre pienso èl cuando llega este dia.
Ellas lo dejaron entrar en sus vidas, no vieron, no quisieron, o no supieron ver las señales...o tal vez no las habìa. Y ahora, hay mecanismos que las protejen. Ha costado..pero ahì estàn..
Pero ellos..¿alguien piensa en ellos? No tienen ninguna responsabilidad, y la culpabilidad les bloquea, se les ha negado lo màs bàsico para su desarrollo ( y no hablo de la play). Nosotros, sus padres, somos su referencia, sus pilares su protecciòn, su TODO. No soy psicòlogo, y probablemente por eso, no puedo si no horrorizarme al imaginar como una mente infàntil, puede asumir semejante situaciòn. Nuestros niños, digo nuestros, pues son reponsabilidad de todos, necesitan otros recursos, medidas especìficas para estas situaciones. No pueden ir en la misma mochila de sus madres.
Ayer leimos un manifiesto, y nos felicitamos (!!!Que chachiguaysquesomos!!)por denunciar el maltrato .
Estamos en las antìpodas. Queda mucho por hacer. Reconocer que un asesino es un asesino cuando asesina, y un maltratador es un maltratador cuando maltrata, es una reflexiòn que probablemente tenga algùn siglo de antigüedad, y si hasta hace poco màs de 50años, entraba en la normalidad, que el foco de esta violencia fuera la mujer, no podemos estar otros 50, viendo el problema bajo el mismo prisma. Demos un paso adelante; y ese paso les incluye a ellos, a los niños... en nuestra retina, no puede quedar la imagen fàcil del rostro golpeado de una mujer (imagen, por otro lado que a nadie le dice ya nada, por fàcil y manida) porque no es compasiòn lo que debe despertar, si no indignaciòn, vergúenza de pertenecer a una sociedad que hasta hace muy poco miraba a otro lado.
Imaginemos mejor, para salir de nuestro anestesiamiento social, la radiografìa del alma del niño que hay detràs del drama, y què, no olvidemos, ha de ser, con todas esas invisibles cicatrices, parte de nuestro futuro. ¿Tenemos los instrumentos para curar sus almas? ¿Son suficientes? Ahì queda...Nos vemos en la calle.
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